Este año decidimos – mi pareja y yo -cambiar totalmente de rumbo a nuestras vacaciones invernales y salirnos de Europa junto a dos amigos: elegimos como destino Marrakech, la ciudad roja, y hacer un tour por los alrededores con jeep y guía, hasta llegar al desierto de Erg Chebbi, en Merzouga.
Nunca había estado en Marruecos, bueno, en África en general, por lo que para mí suponía una gran emoción, aunque fuese solo una semana y con un tour organizado, algo que normalmente no solemos hacer. Pero la elección se demostró acertada: hay tantas cosas que ver, y cuando llegas a Marrakech te sientes tan perdido y seducido por todo, que habría sido realmente difícil llegar a hacer lo que hemos hecho en siete días sin un guía. También hay que decir que tener a alguien del lugar que te enseñe y explique las cosas desde su punto de vista es muy útil y enriquecedor, así que al final nos hemos quedado muy satisfechos del viaje: una semana muy- muy intensa y reveladora.
Mirando hacia atrás puedo decir vivamente que el momento más emocionante del viaje – y sé que puede parecer raro- fue cuando desde el avión vi las cimas nevadas del monte Atlas. Cuando el piloto anunció que íbamos a aterrizar y debajo de mi ventanilla empezaron a desvelarse las tierras rojas de Marrakech, las casitas color barro – agrupadas como en un paisaje cubista-, las palmeras y la arena. Ese fue el momento en el que me di cuenta realmente de dónde iba, y que en unos minutos iba a posar mis pies en África por primera vez. Solo fue un segundo en el que mi cuerpo reaccionó con un temblor de excitación, y sentí llenarme de una ilusión y energía que me acompañarían en el resto del viaje. Lo que se dice recargar las pilas 🙂 .
Como se desprende el viaje me ha entusiasmado, por eso quiero compartir mis experiencias y reflexiones, y también algunas indicaciones prácticas ¡por si alguien se anima!
Como este post iba a ser larguísimo he decidido dividirlo en tres partes: dos sobre el viaje con más detalle (a un lado y al otro de la cadena montañosa del Atlas); y el último sobre cómo me he preparado antes de irme (lecturas, inspiraciones, etc…) y lo que me he traído para casa.
– Marrakech – |
A pesar de ser una ciudad muy turística, donde es difícil definir el límite entre lo auténtico y lo teatral, Marrakech te entra en el alma. Siguiendo el consejo de Bea de Con botas de agua, decidí pasar el primer día dejándome llevar por lo sentidos: la variedad de olores y colores enseguida te aturden.
Perderse es la mejor manera de disfrutar de esta ciudad, y de todos modos resistirse es inútil: si es verdad que Marruecos es un país moderno y progresista el choque cultural es inevitable. Por ejemplo, ya solo el hecho de regatear – algo que te va a tocar hacer – para mi ha sido difícil y agotador, aunque luego te acostumbras. En realidad ya estaba preparada a esto, por eso había decidido no comprar NADA.
Como en nuestra casa no hay espacio, ya tenía asumido que no me iba a traer ni muebles, ni alfombras, ni vasos ni nada……una intención que se demostró totalmente inútil: a la vuelta mi maleta pesaba 4 kilitos de más (y al final hasta hemos comprado una alfombra que con mi alergia al polvo y con nuestro amigo perruno va a ser difícil colocar en cualquier lado).
Alojamos en la medina en un riad, que es la casa típica marroquí: es increíble notar el contraste tan fuerte entre el jaleo y el bullicio de fuera en los zocos, y la paz y el silencio del patio en el interior del riad, la intimidad doméstica asume un valor casi espiritual.
Una espiritualidad que llena el aire, aunque Marrakech sea una metrópoli tolerante y cosmopolita, no tan lejos de los parámetros occidentales. Quizás porque ha sido mi primera vez en un país islámico y haya sentido con más fuerza el choque cultural, pero no he podido evitar quedarme echizada por el canto del muecín que marca el ritmo del paso del tiempo día tras día.
Aunque claro, un turista es siempre turista, y en un cierto momento te das cuenta – mientras intentas pasear por los zocos o la plaza Jamaa el Fna – que todos te ven como una especie de monedero con piernas. Bueno es que con solo dos días en Marrakech no consigues salir de la ruta turística, que de todas formas merece la pena ver, pero un poco más de tiempo para explorar parsimoniosamente la ciudad hubiera sido ideal.
Una de las primeras cosas que me han seducido -y no solo en Marrakech– ha sido el gusto estético tan refinado de la cultura marroquí. Desde las complejas decoraciones de los monumentos – como los minaretes, el estupendo Palacio de Bahía o las Tumbas Saadíes – hasta las habitaciones de los hoteles, las salas de té y las mismas calles. Todo encuentra una forma de conjuntarse naturalmente, con una armonía de colores y de materiales espontánea.
– Essaouira – |
La ciudad del viento nos acogió inmediatamente con su brisa marina, casi un alivio después de días en el interior donde el aire es sequísimo. Aunque hable en este post de Essaouira, fue nuestra última etapa, pero por su localización geográfica me pareció mejor mencionarla aquí.
Está a solo 2 /3 horas de Marrakech y su clima oceánico se diferencia totalmente del que se encuentra una vez superado el Atlas, que separa el Marruecos húmedo del árido.
Es una ciudad pequeñita que se desarrolla totalmente en torno a su caótico puerto. La medina es patrimonio Unesco y la verdad es que es encantadora con sus blancos y azules, y su luz tan diferente a la de Marrakech.
A parte de la medina, su fama se debe a dos cosas principalmente: el turismo de los surfistas y su historia hippie en los años Sesenta. El mismo Jimi Hendrix eligió esta ciudad como su proprio rincón de reflexión. Quizás por esta razón nos gustó tanto a los cuatro 🙂 .
También es que Essaouira nos dio la impresión de ser más auténtica. Adentrarse en el puerto ha sido una experiencia totalmente envolvente con sus ruidos, olores (aunque en verano no sé cuánto puedan ser soportables), vendedores de tiburones, morenas y cualquier otro tipo de animal marino. Todo un cuadro expresionista de vida.
Lo mejor es sentarse en los puestos del mercado donde puedes regatear el precio del pescado y te lo cocinan al momento: nosotros nos pusimos morados, ¡estaba riquísimo!
qué viaje tan chulo y fascinante, me han entrado ganas locas de ir, es uno de mis pendientes …
bienvenida a blogolandia , Niña la luna, precioso tu bautizo
un beso en esta mañana de incipiente primavera y cielo intensamente azul, aunque lejos de Essaouira
Nina ! el teclado 😊
Gracias Chusa 😉
Ya te dije, tienes que ir en primavera así ves las rosas en flor y me cuentas 🙂
Besos!