Mi primer libro de arte fue uno sobre Diego Rivera, La invitación, editado por la mexicana CIDCLI. En los últimos meses he estado investigando este género entre los libros para niños y me he encontrado con muchas publicaciones interesantes. El mercado del libro informativo infantil está creciendo y con ello también la calidad y la originalidad de este tipo de publicaciones. El objetivo didáctico, que la mayoría de las veces implicaba lecturas aburridas y frías, privilegia ahora el primor y el cuidado que las editoriales demuestran en el tema de la educación infantil.
Hay muchas formas de integrar el arte en un álbum ilustrado que se pueden resumir en los siguientes puntos:
- Las ilustraciones esconden algunas obras de arte (en el estilo, por ejemplo)
- Arte y artistas son el tema principal del libro
- Las ilustraciones «entran» en las obras de arte
- Las ilustraciones experimentan con el lenguaje visual siguiendo un método propiamente artístico.
Pero todavía no he encontrado un libro como el que a mí me fascinó de pequeña: La invitación sigue siendo uno de mis favoritos (y lamentablemente, por lo que he visto, está descatalogado).
Es un formato diferente de los otros que he leído, porque en este caso todas las ilustraciones son pinturas del artista Diego Rivera, el volumen es esencialmente un catálogo de su obra y tiene el objetivo de explicar la carrera artística del muralista mexicano. Aunque en realidad en la historia Diego Rivera nunca se menciona.
El protagonista del cuento, escrito por Diego Jáuregui, es el sapo Saporrana (y para el observador atento, esta no parecerá una casualidad, si recordamos como llamaba cariñosamente Frida Kahlo a su Diego).
El señor Saporrana habla directamente al lector, y le hace partícipe de su aventura, porque solo pasando las páginas la historia puede avanzar.
Todo empieza cuando al abrir el libro asustamos a Saporrana que de un salto se esconde en el bolsillo de un niño…pero no de uno cualquiera, es uno de los personajes de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, mural de Diego Rivera.
El pequeño anfibio nos cuenta divertido que esto ya le había pasado, cuando recibió una invitación, de parte de una tal Lolita, para una fiesta que se iba a celebrar al final del libro y decide entonces contarnos su curiosa historia.
El libro se hace espacio activo en la narración: como el pequeño sapo vive entre sus páginas, está claro que cada vez que lo abrimos la historia vuelve a empezar. Una forma lúdica de invitar a la relectura y de hacer referencia al libro como objeto y como forma de comunicación circular , en la que el lector tiene el poder sobre el tiempo. Todo está expresado de una forma tan natural que es fascinante la habilidad del autor de construir su relato alrededor de las imágenes.
En su aventura Saporrana tendrá que atravesar todas las páginas del libro para reunirse con su querida Lolita. Y de este modo podemos seguir el viaje del animalejo saltando de un cuadro de Diego Rivera a otro.
Con un guiño al lector, al final Saporrana nos pide el favor de cerrar el libro, porque la cubierta es un atajo para volver al principio sin recorrer nuevamente las páginas al revés (incluso la cubierta se vuelve así parte de la narración).
Las célebres pinturas cobran nueva vida y así conocemos a Lupita Cruz, Pico con naranja, Roberto Rosales, la niña de la paz, etc….todos los niños que han poblado el imaginario del artista mexicano adquieren aquí una personalidad y una historia propia.
Bueno, he hablado de una historia divertida y original, pero ¿cómo puede ésta ser funcional a la educación del arte? ¿Y a explicar Diego Rivera a los niños?
En primer lugar, es educativo porque el libro habla directamente al niño que lo lee, el señor Saporrana es un simpático personaje con el que el lector engancha y que le invita a participar de forma activa en la historia. El estímulo a la relectura y la curiosidad por buscar el animalito en las imágenes impulsan el niño a estudiar las pinturas en el detalle.
A esto se suma la parte textual más didáctica, escrita por Luis Ruis. Los textos explicativos acompañan las imágenes en color azul y tamaño más pequeño, sin distraer de ningún modo de la narración principal. También hay una breve introducción en la que se presenta a Diego Rivera incitando el lector a ser curioso y a hacerse preguntas sobre la vida del artista.
A través del juego y de un relato cautivador el arte ya no es una simple asignatura que hay que estudiar sino un mundo entero por explorar a través de la imaginación.